Y doy fe de que, cuando uno lo consigue, el sacrificio del orgullo que todos tenemos se ve más que compensado con la satisfacción personal de sentir la grandeza de elevarse por encima de una emocionalidad destructiva y anti práctica, abriéndose así nuevas posibilidades y soluciones.
Las dinámicas de confrontación entre personas, cuándo en ellas se combinan ingredientes económicos y materiales junto con variables relacionadas con la justicia, el respeto, el estatus, la dignidad etcétera, generan una enorme confusión en las partes por la dificultad de acabar separando y distinguiendo entre lo que son hechos, opiniones y sentimientos.
Ello nos lleva a entrar en discusiones y racionalizaciones que no conducen a ningún buen destino y que aumentan la brecha de la confrontación y las diferencias a medida que insistimos cada parte en la búsqueda de “nuestra razón”.
Ese primer paso, cargado de generosidad y valentía, permite recuperar la apertura para comprender que existen otras perspectivas. Nuestros argumentos son válidos para quien tiene “nuestra trayectoria y perspectiva”, pero son seguramente irritantes para quienes, con mayor o menor razón, vienen de otra trayectoria y tienen otras percepciones y creencias respecto al hecho en conflicto.
Solo esa apertura nos permitirá recuperar un diálogo y una argumentación limpia y sin las distorsiones propias de la confusión de hechos, opiniones y sentimientos. Y con ello, la construcción de acuerdos que sean solución para la tensión y, por qué no, para la recuperación de relaciones queridas y valiosas que se perdieron por la emocionalidad y sentimientos dañados con la confrontación.
Cuando hayas sido tú el que da ese primer paso, te agradecerás doblemente haberlo dado. Pondrás la semilla de la solución y te sentirás sanamente orgulloso de ello con el sacrificio de tu insano orgullo.