Hoy vemos sin embargo que personas muy jóvenes, con 15, 20 ó 30 años alcanzan una relevancia social o empresarial extraordinaria, llegando a un prematuro éxito con el que no siempre será fácil convivir en el medio plazo.
El poder y liderazgo (si se puede llamar así) de los mayores suele ser “sensato”, pero tiende a estar anclado en viejos paradigmas pudiendo incluso llegar a ser rancio, ignorando la realidad actual del mundo por falta de conexión con ella. Su mayor peligro es la falta de comprensión y adaptación a un mundo muy vivo y gobernado, en gran medida, por sentimientos y en el que el dinero ya no es suficiente para atraer y conquistar a muchas personas.
Por el contrario, la frescura del poder y liderazgo de muchos jóvenes ignora muchas veces que la vida es una trayectoria de largo plazo y adolece con frecuencia de madurez, pudiendo caer en la arrogancia de despreciar la sabiduría de los más viejos. Sostener en el tiempo las buenas relaciones con socios y colaboradores así como el equilibrio emocional por quienes desde temprano cosechan grandes éxitos no es tarea nada fácil sin el desarrollo de las sabias virtudes de siempre.
¿Por qué no caminan más de la mano la madurez y la frescura? La unión y la complementariedad de personas de distintas generaciones permite a los mayores seguir vivos y contribuyendo al mundo y a los más jóvenes marcar la dirección del camino manteniendo los pies en el suelo para evitar caídas desde lo alto.
¿Por qué no unimos mucho más a los maduros que sin arrogancia están abiertos al presente y al futuro con los jóvenes que con humildad respetan el valor de la sabiduría y virtudes de siempre?
Unamos a las distintas generaciones en los proyectos y ganaremos todos.